Hoy pisé a mi hermano.
Estaba tendido en el asfalto,
Inerte, indefenso.
Tropecé con su cuerpo mientras
huía:
balas llovían como lágrimas de
pólvora,
como escupitajos de odio,
como gritos de sangre.
Hoy pisé a mi hermano,
resbalé con su alma:
charco de espesa agonía y famélico
heroísmo
desbordado como miel fresca en el
pavimento.
Lo pisé,
sentí el crujir de sus dedos,
espigas de trigo quebradas bajos mis botas.
Caí sobre él,
sobre su cuerpo humillado,
sobre su alma de héroe,
sobre su piel de soldado.
Ojos abiertos ante la sorpresa del
último respiro,
labios cerrados ante la promesa de
un grito que no logró salir.
Caí.
Caí y me tendí a su lado,
impávido, aterrado, alerta,
último intento de resguardar mis
latidos,
de ser omitido por la ráfaga de
balas que aullaban mi nombre.
Hoy pisé a mi hermano,
mañana me pisarán a mí.
Angel Pacheco D'Andrea.
29/04/2017.