Ferdinand de
Saussure, lingüista suizo de mediados del siglo XIX y principios del XX, pasó a
la historia de la lingüística con su libro Curso
de Lingüística General (1916), en el que ofrece, por primera vez, una
delimitación del objeto de estudio de esta ciencia que, anteriormente, solo se
dedicaba a la normatización y dejaba en segundo plano la descripción y el
análisis.
Para Saussure
la lingüística tiene un objeto de estudio claro: la lengua, que a su vez se
sirve a sí misma como instrumento de análisis; es decir, la lengua se estudia y
analiza. Lo anterior guarda relación con la “reflexividad”, última propiedad del lenguaje propuesta por
Hockett (1971) en su Curso de lingüística
moderna, donde afirma que “en una lengua es posible comunicarse a cerca de
la comunicación misma” (p. 566). Esto puede
compararse análogamente con un psicólogo que se sienta en su mismo diván.
El lenguaje es
multiforme: es físico porque el hombre lo lleva a cabo con su cuerpo (al
escribir, la manos; al hablar, el aparato fonador; en el lenguaje de señas, las
extremidades superiores y el rostro); psíquico porque involucra un proceso cerebral
de análisis-emisión –análisis-respuesta, y fisiológico porque es resultado de
una necesidad del hombre.
Lenguaje es
comunicación y lengua es el sistema utilizado para llevar a cabo el proceso
comunicativo. El lenguaje es un sistema heterogéneo: en él conviven y convergen
todas las lenguas, con sus diferencias y similitudes. A diferencia del
lenguaje, la lengua es homogénea: se basa en acuerdos preestablecidos, cerrados
y solo modificables por sus hablantes, es decir, todos sus elementos se
unifican y complementan.
La lengua es parte
vital del lenguaje y el habla pieza influyente en la lengua; y aquí se
vislumbra un dilema: existen grandes diferencias entre lengua y habla, pero el
común denominador puede no encontrar divergencia alguna entre ellas.
Tanto lengua
como habla son elementos del lenguaje. Sin embargo, la lengua es, técnicamente,
un sistema de signos regidos por un conjunto de normas establecidas por un
grupo de lingüistas en relación al uso que le da una sociedad a una lengua
determinada. Por otro lado, el habla es el uso que un individuo le da a esa la
lengua. Ésta es heterogénea, puede variar dependiendo de muchos factores
(idioma, espacio geográfico, entorno y clase social, nivel educativo…) En pocas
palabras: la lengua es expresión de lo social y el habla de lo individual. Aunque
pueda parecer que la lengua tiene mayor importancia que el habla, es importante
destacar que esta última es fundamental para que aquella se establezca, ya que
el desarrollo y la permanencia de una lengua es producto, en gran medida, de la
acción del habla. La lengua establece los signos lingüísticos a utilizar y las
normas que los rigen como elementos de un sistema, mientras que el habla es la
libertad que tiene cada hablante para organizar dichos signos.
Significar es
darle una imagen (acústica, visual, táctil…) a un concepto. Un signo es una
representación arbitraria y no guarda relación directa con lo que representa; es
un código establecido por convenciones sociales. Un ejemplo de lo anterior es
el signo de la paz: éste no ofrece ninguna relación física que le relacione con
la utopía de un mundo perfecto, sin embargo, al acordarse que este significado
–la paz– sería expresado a través de este significante –un círculo con tres
líneas que evocan un avión de guerra observado desde una vista cenital– queda
establecido dentro del lenguaje y su uso adquiere significado.
Al hablar de signo lingüístico,
se hace referencia al conjunto de fonemas establecidos arbitrariamente por el
hombre que permiten su organización casi ilimitada para la formación de
palabras que, de forma impuesta, sirven de significante a un significado
(contenido mental que se desea expresar: concepto).
En el estudio
de la lingüística, el lingüista se
encuentra en la posibilidad de llevar a cabo dos niveles de investigación: el
sincrónico y el diacrónico. El primero de ellos es el sincrónico, aquel en el
que se analiza y estudia la lengua en un momento determinado: la lengua como
sistema. El estudio diacrónico, a diferencia del anterior, se desplaza en el
tiempo: su objetivo es estudiar la evolución de la lengua, su desarrollo desde
sus inicios hasta la actualidad o de un período
de tiempo determinado, incluso comparando la evolución temporal de una lengua
con otra.
La
estructuración de los contenidos en la lengua en está basada en dos ejes: El
eje sintagmático y el paradigmático. El primero está fundamentado en el valor
de linealidad de la lengua. Esta característica permite comprender que en el
sistema lingüístico se ubica un signo detrás del otro: nunca habrán dos
significantes al mismo tiempo. Al igual
que Saussure, Charles Hockett (1971) toma en cuenta este aspecto, al que
incluye como una propiedad del lenguaje denominada carácter discreto, función que detalla la capacidad que ofrecen
las lenguas de reemplazar un significante por otro sin tener que modificar los
aledaños.
Por su parte,
en el eje paradigmático se encuentran organizados los conjuntos de palabras
pertenecientes a una misma clasificación dentro de la que cumplen una misma
función sintáctica, cuyo reemplazo no afecta drásticamente la estructura de la
oración. Es decir, el eje sintagmático establece el orden lógico y coherente de
la oración, mientras que el paradigmático ofrece un conjunto de posibles
palabras a utilizar dentro del esquema establecido. Esto puede compararse con
el proceso de vestimenta del ser humano: la camisa va en el torso, el pantalón
en las extremidades inferiores y los zapatos en los pies. Puede variar el color
de los zapatos, el diseño de la camisa o el largo del pantalón, pero siempre se
pondrán en la misma parte del cuerpo.
Referencias.
Saussure,
F. (1945) Curso de lingüística general (24ª
ed.). Buenos Aires: Losada.
Hockett,
C. (1971) El puesto del hombre en la naturaleza. En Curso de lingüística
moderna. (pp. 547-576). Buenos Aires: EUDEBA.
Angel Pacheco D'Andrea.
14/04/17