Dedicado a mi
madre: Nancy D’Andrea de Pacheco.
Para
comenzar, debo aclarar que los siguientes párrafos los escribiré desde el punto
de vista de un ser que dista de ser madre en dos aspectos: por ser hijo y por
ser hombre.
Ser
madre es un arte: aunque todas las mujeres tienen la capacidad de serlo, no
cualquiera logra dominar esta disciplina. Es un reto gigantesco. Ser madre es
un acto aguerrido, de valentía, pero sobre todo de desprendimiento y
generosidad. Ser madre es dejar a un lado los intereses, necesidades y metas
propias para poner en primer lugar los sueños, propósitos y necesidades de los
hijos. Ser madre es aceptar los trasnochos y las preocupaciones, las
malcriadeces y malas respuestas propias de la adolescencia y el olvido y el
abandono que vienen con la independencia de los niños que se vuelven
adultos.
Ser
madre es arriesgarse a tener de por vida una cicatriz en el vientre para
permitirle a su hijo respirar y ver por primera vez el mundo que le espera.
Madre es sinónimo de apoyo, de sacrificio y entendimiento.
Madre
es aquel ser especial que sin importar la hora, el día o lo ocupada que
esté, siempre estará allí, dispuesta,
atenta.
Madre
es mejor amiga. Madre es sinónimo de amor.
Al
parecer, cuando una mujer se convierte en madre algo pasa en su interior que
elimina de su corazón el orgullo y le hace capaz de agachar la cabeza y
humillarse solo por ver a sus hijos felices.
Es
difícil definir en pocas líneas la labor de una madre. Es casi imposible
encasillar la palabra “mamá” en una definición teórica, estricta y cerrada. “Madre”
es solo un término general, en él se resumen todas las tareas que una mujer
deberá desarrollar durante su vida desde el momento en que siente los primeros
mareos propios del embarazo: una madre es maestra, enfermera, guardaespaldas,
vigilante, ama de casa, doctora, odontóloga, cocinera, acompañante oficial de
fiestas infantiles, amiga, costurera, especialista en manualidades, instructora
de baile, consejera, psicóloga, carpintera, y un sinfín de tareas con las que
la mujer se compromete al firmar el contrato imaginario que significa ser mamá.
Una
madre es madre, no solo de sus hijos, sino de todos los hijos de todas las
madres del mundo. Sus vidas se modifican desde el día en que se enteran de su
maternidad: se les despierta una sensibilidad especial, un sexto sentido aflora
desde sus entrañas y desde ese momento su visión del mundo nunca será la misma.
Angel Pacheco
D’Andrea.
14/05/2017
(Día de las madres).
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